30 agosto 2025

¿Qué es una infrutescencia y en qué se diferencia de una fruta?

La naturaleza es, sin duda, mucho más compleja de lo que solemos pensar. A lo largo de nuestra etapa educativa, hemos ido construyendo un sistema de creencias basado en explicaciones sencillas que nos permiten comprender el mundo a nuestro alrededor. Sin embargo, en muchas ocasiones, esta visión simplificada termina siendo limitante, especialmente cuando queremos comprender de manera más pormenorizada la naturaleza que nos rodea y nos damos cuenta de que no todo se puede clasificar en términos tan generales como habíamos pensado.

Un buen ejemplo de ello es el caso del higo, el fruto de la higuera (Ficus carica). Mucha gente se sorprende al descubrir que el higo no es en realidad una fruta, al menos no en el sentido estricto de la palabra, sino una infrutescencia. Esta afirmación, que puede parecer una curiosidad del mundo de la botánica, esconde en realidad un fascinante proceso natural que nos invita a mirar con otros ojos los alimentos artesanales que consumimos. Por este motivo, a continuación, vamos a tratar de explicarte qué es una infrutescencia y en qué se diferencia de una fruta.

¿Qué es una infrutescencia y en qué se diferencia de una fruta?

Para entender qué es una infrutescencia, primero tenemos que desechar una creencia bastante arraigada: no todo lo que parece una fruta es, técnicamente, una fruta. Una infrutescencia es, en realidad, un conjunto de pequeños frutos que se desarrollan a partir de una inflorescencia, es decir, de un grupo de flores que están muy próximas entre sí.

En el caso de la infrutescencia, tras la polinización, estos pequeños frutos se agrupan y se van fusionando de tal manera que forman una estructura única, compacta, que a simple vista nos parece un solo fruto. Sin embargo, lo que estamos viendo es un auténtico conjunto de diminutas frutas unidas entre sí de distintas maneras. Esta estructura puede ser carnosa o seca, dependiendo del tipo de planta de la que provenga.

La principal diferencia entre una fruta y una infrutescencia radica en su origen. Una fruta se desarrolla a partir de un único ovario floral, mientras que la infrutescencia es el resultado de la fecundación de una inflorescencia completa, en la que intervienen múltiples flores. De hecho, algunos de los productos más conocidos y consumidos, como los higos secos pajareros o Cuello de Dama, se consideran infrutescencias, aunque culturalmente las tratemos como frutas verdaderas.

¿Qué tipos de infrutescencias existen?

Por supuesto, la naturaleza nos ofrece varios tipos de infrutescencias, muchas de las cuales solemos identificar erróneamente como simples frutas o frutos secos. Pese a que existen muchos más, entre los principales tipos de infrutescencia, podemos destacar tres categorías fundamentales:

Infrutescencia de tipo sícono

Este tipo de infrutescencia es, quizá, el más peculiar. Se trata de una estructura cerrada en forma de receptáculo carnoso, que suele tener una apariencia similar a la de una pera, aunque con variaciones de color según la especie. En su interior, el sícono alberga una gran cantidad de pequeños frutos llamados aquenios.

Infrutescencia de tipo sorosis

Aquí nos encontramos con infrutescencias donde varios frutos individuales se fusionan entre sí, integrándose además con el eje floral y las brácteas. Esta fusión da lugar a una estructura compacta y carnosa que solemos consumir como si fuera una fruta única.

Infrutescencia múltiple compuesta

Este tipo agrupa pequeños frutos secos que se insertan sobre un eje común, pero a diferencia de los tipos anteriores, estos frutos no se fusionan entre sí. Aun así, forman un conjunto fácilmente reconocible. A continuación, te vamos a mostrar algunos de los principales ejemplos de estos tres tipos de infrutescencias para que lo veas de una manera más clara o esquematizada.

Infrutescencia: ejemplos más relevantes

A lo largo de la historia, y en especial en la tradición gastronómica mediterránea, nos hemos acostumbrado a degustar productos que son, en esencia, infrutescencias, aunque popularmente los tratemos como simples frutas. Vamos a repasar algunos de los ejemplos de tipos de infrutescencia más relevantes como ejemplo.

Los higos, ejemplo de infrutescencia de tipo sícono

La infrutescencia de la higuera es un verdadero prodigio de la naturaleza y un ejemplo paradigmático de tipo sícono. Su aspecto, similar al de una pequeña pera, puede variar entre tonos verdosos, amarillentos, rosados o morados, dependiendo de la variedad. Al abrir un higo como infrutescencia, descubrimos un interior repleto de diminutos frutos (aquenios) que le confieren esa textura carnosa y crujiente tan característica.

La infrutescencia higo es, además, el resultado de una compleja relación simbiótica con la “avispa de la higuera” (Blastophaga psenes), un pequeño insecto que se encarga de polinizar las flores que florecen dentro del sícono. Esta relación es un ejemplo perfecto de cómo la naturaleza es sabia y la vida se abre paso. Otros tipos de infrutescencias similares pueden ser las fresas, las moras y las frambuesas.

Piña, principal ejemplo de infrutescencia de tipo sorosis

La piña es un claro ejemplo de infrutescencia de tipo sorosis. Su estructura compacta y jugosa proviene de la fusión de múltiples frutos pequeños con el eje floral, formando un bloque carnoso que alberga el sabor dulce y ácido que todos conocemos. En este caso, cada protuberancia puntiaguda de la corteza de la piña representa un fruto individual que, al desarrollarse, ha quedado integrado en la infrutescencia general.

Maíz, como ejemplo de infrutescencia múltiple compuesta:

Cuando hablamos del maíz, estamos ante una infrutescencia múltiple compuesta que solemos ver como un conjunto de granos adheridos a una mazorca. Cada uno de esos granos es un fruto seco individual (cariópside), que crece sobre un eje común. A pesar de que estos frutos no quedan fusionados entre sí, el conjunto forma una infrutescencia claramente reconocible y de un enorme valor agrícola y cultural.

En definitiva, no tenemos ninguna duda de que saber qué es una infrutescencia y comprender en qué se diferencia de una fruta al uso es mucho más que conocer un dato curioso, ya que es una forma de apreciar la riqueza y la complejidad de la naturaleza que nos rodea y que ha servido para construir las tradiciones gastronómicas de las que hoy disfrutamos, como el pan de higos.

Cuando degustamos un higo, por ejemplo, no estamos simplemente saboreando una fruta, sino que estamos entrando en contacto con la infrutescencia de la higuera, resultado de un minucioso proceso de evolución natural que involucra una relación estrecha de simbiosis entre este árbol y una especie de avispa a lo largo de millones de años de evolución. Del mismo modo, la piña y el maíz nos demuestran que las infrutescencias están más presentes en nuestra dieta de lo que pensamos.

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